martes, 14 de julio de 2009

La rubia y el tanguero


LA RUBIA Y EL TANGUERO

La rubia triturada en diseño forzaba su mirada bohemia hacia el tanguero morocho y pobre, el tanguero soñaba y veía accesible el revolcarse furtivamente sobre esos aromas a altas castas, ella ebria y alocada guiñaba su sexo hacia una experiencia nueva, él extasiado sabia que ella deseaba esa cintura de conventillo y caricias parcas, pero el llamado de la Ferrari en el celular de muchos colores rompió el encanto, ella volvía a su anorexia y él a cantar para los borrachos
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sábado, 9 de mayo de 2009


ESTUBE EN SEMANA SANTA EN SAN MARCOS

La gente tan genial me agota. Tan informados, tan entonados en sus melodías, tan buenos músicos, actores, y hacen malabarismos, hacen reír a los niños, sus rostros delineados, con cuerpos esculpidos por la buena salud que brinda la verdura orgánica, sus poses precisas, sus risas limpias, y son comprometidos socialmente. Y todo ello redondeado con un liberador toque de desorden en sus ropas, en sus peinados, en su aseo, claro, pueden prescindir de tales por su genialidad, pero bueno, para concordar con el espacio y tiempo y expresar semejante luminaria, no queda otra que estar diciendo todo el tiempo lo que son, exponiendo a cada instante su parecer. Y a mi, mínimo, me agotan, en cambio sé apreciar las artes de las gentes que saben callar, que saben guardar un poco de lo que son para si mismos.

sábado, 21 de marzo de 2009


EN QUE GASTAN EL DINERO LOS RICOS?

Tres peces yacían vivos en la pecera mientras él y su voz ronca platicaban por el celular acerca del viaje a Cancún, una carcajada entorpecida por el habano traído de Cuba se estrellaba contra la mesa de vidrio con los bordes de marfil auténtico. La bicicleta fija miraba triste la tele encendida en el canal de noticias, era la hora del pronóstico del tiempo y él hacía una pausa en su monólogo para escuchar mientras el sillón estampado en muerte bostezaba. El gato gordo eludía su contacto y salía al patio para despejarse de su quietud. “Quedamos así” dijo, se quitó la bata y se acostó en su cama de agua con las sabanas de tigre de malasia.

jueves, 26 de febrero de 2009


CASI CASI


Vuelto de las vacaciones, pequeños sueños de libertad, parece un deja vu esto de armar planes de una nueva vida, con el bastardeado dinero del trabajo que de vez en cuando estira un poco la soga, correr correr correr, de golpe un tirón seco adoctrinador, “lo siento, lo siento, no se que me ha sucedido, no se como se me ocurrió escapar”, sonrisa calva llena de ruido de motores que emergen de las calles aplastadas por las pesadas pisadas, “no seas tonto, vení, vení… todo va a estar bien” dice el escritorio y la silla con rueditas se acomoda y asiente, y el vuelto de las vacaciones termina siendo unas tristes monedas para introducir en una maquina hambrienta.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Escaleras


ESCALERAS

Estoy apurado, tengo que entrar al trabajo, de nuevo estoy llegando tarde, ayer entré siete minutos tarde, hoy creo que van a ser doce minutos, es inconcebible, ¡me van a echar!, ¿que voy a hacer?, ¿dónde voy a conseguir otro trabajo?. Salgo corriendo, aprieto el botón del ascensor con furia, el ascensor no viene, aprieto, aprieto, aprieto y aprieto, le doy una patada, el ascensor no viene, grito enojado ASSSSSSSSSCEEEEENSORRRRRRRRR, mis dientes crujen, mis músculos se tensan, las venas de mis ojos se hinchan, ASSSSSSSSSCEEEEEENSORRRRRRRRRRRRRRR, y el ascensor no viene. Llego tarde, llego tarde, me voy corriendo por las escaleras, olvidé atarme los cordones de mis zapatos, me tropiezo y caigo por las escaleras, quedo postrado en el descanso que hay entre el sexto y el quinto piso. No me puedo mover, creo que me rompí la columna, no siento mis piernas, no voy a llegar a mi trabajo, de hecho no voy a poder trabajar. Todo mi horizonte esta conformado por las escaleras, para arriba, para abajo, para los costados, solo escalones, paredes y barandas. Podría gritar para que me ayuden pero no tengo ganas, ya no tengo prisa, es más, la prisa es algo que voy a tener que suprimir en mí por la imposibilidad de cumplir con esa prisa, creo que todavía no tomo consciencia de que estoy paralítico, de que no puedo salir de las escaleras. Sólo se que no quiero pedir ayuda, sólo quiero quedarme un rato tranquilo, pensando, tal vez deba quedarme aquí para siempre.
Ahora tengo tiempo, ese tiempo que, paradójicamente, buscaba corriendo, con la creencia de que resolviendo cosas a diez mil revoluciones iba a ganar tiempo, ese tiempo que decía querer para mi, para pensar, y corría tras él, y ahora lo tengo sólo a través de haberme roto la columna, de quedar paralítico, ese tiempo que tanto deseaba y ahora no lo quiero, no así. Sigo postrado en las escaleras, me vienen muchos recuerdos relacionados con el lugar donde estoy, creo que es inhebitable ver las cosas y analizar las cosas siempre desde el lugar donde uno está, creo que es estúpido culpar a alguien de ser egocéntrico, tal vez se le pueda decir que es demasiado sincero, pero no culparlo de ser egocéntrico, me parece que cuando critico a alguien de ser egocéntrico no estoy más que criticándome por no pensar en mi lo suficiente. Estas escaleras me recuerdan a las del departamento de Bacacay, marrones, sucias, en realidad nunca terminé de definir si eran más sucias que marrones, o más marrones que sucias, poca altura entre los escalones, que se disponen como un abanico a medio abrir, anchos en la punta que da a la pared, muy finos en la otra punta, de verdad que son peligrosos. Recuerdo que las escaleras de Bacacay, donde nos juntábamos a tomar cerveza y a fumar con mis amigos, tenían olor a futuro, a libertad, a planes, a amistad, claro, fueron dos años de juntarnos casi constantemente en esas escaleras para sembrar ese aroma. Cada cual ya sabia que escalón le correspondía y nos juntábamos luego del colegio ahí, para hacer planes, para reírnos unos de otros, para pelearnos, para querernos, pero sin demostrarlo mucho. Quemábamos las horas entre cigarrillos, maldades e inocencias, y las colillas las apagábamos en los escalones, que eran ideales para apagar colillas, de cemento, apenas pintados con lo que parecía ser una pintura que había sobrado, muy diferentes, casi opuestos a los escalones de mármol blanco de la Facultad, firmes, soberbios, gigantes, pulcros, opresores, fríos, con aroma a estancamiento, a sueños que se empiezan a diluir en realidades. Estos se parecen más a los de mi trabajo, infinitos, pareciera que mientras dejas unos atrás alguien agrega por delante el doble de los que pasaste, y se van volviendo cada ver mas musgosos, y al mismo tiempo más firmes. Que distintas estas escaleras a las escaleras de madera de la casa en el campo, donde me críe. Aquellos escalones sabían a un abuelo que te protegía, a rocío en el amanecer, a cielos sin horizonte. Te daban refugio cuando alguna tormenta peligrosa acechaba. Y era pasar por ellos para luego tirarte de la ventana del granero para caer en una montaña de paja, en esas distancias que parecían precipicios, y hoy no son más que un saltito, un paso, un escalón no puesto.
Escucho el ascensor, alguien viene, el ascensor para justo en el quinto piso, le grito, le grito, ayuda, ayuda, pero nadie responde, creo que no escuchan mi vos, es más, yo tampoco la escucho, no se si mi vos salió, trato de mirar para abajo y veo unas cataratas de sangre que recorren los escalones hacia el lado del quinto piso. Alguien viene, es una chica, me ve y grita desesperada, ayuda, ayuda, me asusta como grita, ni siguiera yo que estoy en peor situación grite con tanta desesperación, bien hacia mi un tipo que salió de algún lado, no se de donde, me mira, yo le quiero hablar y explicar, pero no puedo, el tipo apoya su oído en mi pecho, le levanta, me mira con un dejo de tristeza, con un dejo de alegría, y con un dejo de culpa, hace el signo del crucifijo mirándome fijo, ¡este tipo esta loco!. Pasa un rato y se junta un montón de gente que me mira, nunca había sido tan popular, bien un policía, por fin, piso, alguien que esta acostumbrado, que no se impresiona tanto, el policía comienza a poner unas fajas de NO PASAR alrededor mío, ¿no le parece que esta exagerando oficial?. Luego vienen dos médicos, un fotógrafo, el fotógrafo me saca fotos, los médicos me tocan y no puedo hacer nada, bien otro policía con una tiza y comienza a remarcar mi contorno, otro policía luego me levanta, me pone en una camilla y me tapa con una bolsa.


jueves, 2 de octubre de 2008

Los que piensan y hacen


LOS QUE PIENSAN Y HACEN


Yo estaba engripado, sentado en el colectivo, atrás de todo, donde se sientan los tímidos-paranoicos-controladores, con la seguridad de que nadie me pueda mirar sin que yo lo perciba. El colectivo paró y bajo un tipo por la puerta de atrás, como corresponde. El colectivo arrancó y el chofer se olvidó de cerrar la puerta. Justo agarró por la avenida sin tráfico, altas velocidades, mucho viento entraba por la puerta. Pero yo no iba a gritar “Chofer la puerta”, eso de gritar “chofer la puerta” es para los que tienen reservada una banca en el senado, o manejan una empresa, o algo así. Los que son como yo solo gritamos “chofer la puerta” cuando no nos queda otra, cuando no anda el timbre y tenemos que bajar si o si por que ya nos hemos pasado unas cuadras de la parada donde nos teníamos que bajar, dejando atrás la esperanza de que el timbre se arregle solo.
Ese viento me estaba matando, pero no iba a decir nada, estaba marcado en mi naturaleza eso de no decir nada, ¿estaba marcado en mi naturaleza?..., y me quede pensando en ello, abstraído de todo. Resolví a trabes de mi pensamiento que debía gritar “chofer la puerta”, pero justo vi que la próxima parada era la mía. Así que toque el timbre, me baje y me fui a mi casa.
¿Estará el mundo dividido entre las personas que piensan y las personas que hacen?, me preguntaba. Y las personas que hacen son pobres en su pensamiento, y las personas que piensan son pobres en su hacer. Las personas que hacen, hacen cosas que los que piensan ven como estupideces, por que ellos en su pensar las harían mejor. Las personas que hacen no piensan que podrían hacer las cosas mejor, las hacen y punto. Entonces hay dos mundos, el mundo de los que piensan, y el mundo de los que hacen, y juntos conforman el mundo de los que piensan y hacen. A simple vista parece un mecanismo atractivo, “los que piensan y hacen”, pero el problema es que no se trabaja en conjunto, los que piensan van por un lado y los que hacen van por otro. Los que hacen van acorralando a los que piensan con sus construcciones, y los que piensan van acorralando a los que hacen con sus construcciones, como enemigos de distintos bandos, con esa extraña capacidad que tenemos de armar conjuntos que se auto limitan, manadas, por que al fin y al cabo no hemos perdido ese principio de supervivencia animal de destruir y aniquilar todo lo distinto. Se me ocurre que también entra en juego la sensibilidad, pero eso sería otro capítulo, supongo que los que piensan también se ven un tanto paralizados por una sensibilidad más a flor de piel, por pensar demasiado en la consecuencia de sus actos, y los que hacen deben tener la trabajosa tarea de barrer todos los días los restos de su sensibilidad bajo la alfombra de los hechos concretos y palpables.

soledad


SOLEDAD

“Lo único que el hombre debe buscar es armonía”, dijo enfáticamente y tomó otro sorbo. Una pausa, miró hacia el piso, que reposaba en el fondo de aquel cuarto oscuro, volvió del piso con el dedo índice en alto y la frente arrugada, “todo lo demás es pasatiempo y aburre”, repuso y se quedó pensando lo que decía. Sirvió más tinto en el baso, tomó un sobro que mantuvo en su boca sin tragar, apoyó el baso en la repisa, y saboreando el fiel tinto volvió a mirar hacia el piso. No había nadie, se hablaba a si mismo, el cuarto era acústico y oscuro. Piso de madera, luz de vela, nada de ventanas, las palabras quedaban encerradas en el ambiente y despojaban al oxígeno, solo respiraba sus palabras. Sesenta y cinco años, una repisa, tres botellas de tinto, dos vacías, un baso, pensamientos, palabras y cigarrillos. “!Una vida intensamente vivida es la garantía de mis palabras!”, volvió del piso hacia el techo casi enojado, como si alguien en su cabeza le hubiese pedido títulos que le den autoridad para afirmar conceptos. Y continuó, “estas arrugas son mi armadura, estar cicatrices (comenzó a señalar las cicatrices) dicen que estuve frente a frente con la muerte, estos párpados rojos dicen que he llorado mucho, estas fotos dicen que también he sabido ser feliz (sacó unas fotos de su camisa en las que se veía a una familia sonriente). ¡Claro que supe ser feliz!”. Y se quedó mirando las fotos, luego las tiró a un costado, bebió un trago y volvió al piso. Parecía que sacaba los pensamientos del suelo, como si fuesen clavos, tiraba, tiraba, y luego quedaba apuntando al techo, al cielo, a dios, a quien sea. Volvió del piso, de nuevo al techo, pero más calmo que antes “... felicidad....”, y se quedó pensando, “...felicidad..., ¡también aburre!. Nos movemos por aburrimiento. Ni siquiera nos deprimimos, solo nos aburrimos de estar felices, contentos, y nos ponemos tristes. A propósito brindamos el espacio para la tristeza, y cualquier hecho, por mas que sea un hecho que pensado de otra forma nos podría alegrar, lo pensamos de una manera que llena ese espacio que le dejamos a la tristeza. Como si fuésemos entregadores, pero no asesinos. ¡Cuanto nos gusta mentirnos!. Creamos dioses, los matamos, volvemos a crear dioses, los matamos, y así. Afirmamos, ¡a mi tal cosa me va a dar la felicidad eterna!, la logramos y luego nos aburrimos como un niño con sus juguetes”. Siguió mirando hacia arriba sin hablar, pensando, y luego sacó una conclusión, y arrugando toda su cara volvió a las palabras, “Solo nos movemos por aburrimiento, justificamos nuestros cambios de mil formas, pero en el fondo lo único que nos hace cambiar es el aburrimiento, si salimos de una depresión es por que nos aburrimos de ella, si nos deprimimos de nuevo es por nos aburrimos de estar bien. Lo único que esta por encima de todo es la armonía, eso espero al menos. El estado de armonía anula todo, desconoce todo lo que esta por debajo, ni si quiera lo ve por debajo, simplemente no lo ve. El estado de armonía es y punto, y cuando es de verdad, cuando no es otra mentira más impuesta, es todo, y todo lo nutre”. Tomó otro trago y volvió al piso. Luego de un instante volvió hacia el techo pero no dijo nada. Iba a decir algo pero se detuvo, volvió al piso como vencido, quedó allí por media hora. Volvió hacia el techo y de nuevo se detuvo, no dijo nada. Se sirvió más tinto, tomo y volvió al piso. Se largó a llorar desesperado, el llanto lo canso y se fue durmiendo.
Al otro día se levantó, se lavó la cara, cepillo sus dientes, se peino, se vistió, tomo unos mates, y se fue a trabajar, aún tenía que trabajar. Llegó al trabajo, se saludó con sus compañeros, “¿cómo estas?”, le preguntó Beni, “Bárbaro”, dijo sonriendo y se puso a trabajar.