jueves, 2 de octubre de 2008

soledad


SOLEDAD

“Lo único que el hombre debe buscar es armonía”, dijo enfáticamente y tomó otro sorbo. Una pausa, miró hacia el piso, que reposaba en el fondo de aquel cuarto oscuro, volvió del piso con el dedo índice en alto y la frente arrugada, “todo lo demás es pasatiempo y aburre”, repuso y se quedó pensando lo que decía. Sirvió más tinto en el baso, tomó un sobro que mantuvo en su boca sin tragar, apoyó el baso en la repisa, y saboreando el fiel tinto volvió a mirar hacia el piso. No había nadie, se hablaba a si mismo, el cuarto era acústico y oscuro. Piso de madera, luz de vela, nada de ventanas, las palabras quedaban encerradas en el ambiente y despojaban al oxígeno, solo respiraba sus palabras. Sesenta y cinco años, una repisa, tres botellas de tinto, dos vacías, un baso, pensamientos, palabras y cigarrillos. “!Una vida intensamente vivida es la garantía de mis palabras!”, volvió del piso hacia el techo casi enojado, como si alguien en su cabeza le hubiese pedido títulos que le den autoridad para afirmar conceptos. Y continuó, “estas arrugas son mi armadura, estar cicatrices (comenzó a señalar las cicatrices) dicen que estuve frente a frente con la muerte, estos párpados rojos dicen que he llorado mucho, estas fotos dicen que también he sabido ser feliz (sacó unas fotos de su camisa en las que se veía a una familia sonriente). ¡Claro que supe ser feliz!”. Y se quedó mirando las fotos, luego las tiró a un costado, bebió un trago y volvió al piso. Parecía que sacaba los pensamientos del suelo, como si fuesen clavos, tiraba, tiraba, y luego quedaba apuntando al techo, al cielo, a dios, a quien sea. Volvió del piso, de nuevo al techo, pero más calmo que antes “... felicidad....”, y se quedó pensando, “...felicidad..., ¡también aburre!. Nos movemos por aburrimiento. Ni siquiera nos deprimimos, solo nos aburrimos de estar felices, contentos, y nos ponemos tristes. A propósito brindamos el espacio para la tristeza, y cualquier hecho, por mas que sea un hecho que pensado de otra forma nos podría alegrar, lo pensamos de una manera que llena ese espacio que le dejamos a la tristeza. Como si fuésemos entregadores, pero no asesinos. ¡Cuanto nos gusta mentirnos!. Creamos dioses, los matamos, volvemos a crear dioses, los matamos, y así. Afirmamos, ¡a mi tal cosa me va a dar la felicidad eterna!, la logramos y luego nos aburrimos como un niño con sus juguetes”. Siguió mirando hacia arriba sin hablar, pensando, y luego sacó una conclusión, y arrugando toda su cara volvió a las palabras, “Solo nos movemos por aburrimiento, justificamos nuestros cambios de mil formas, pero en el fondo lo único que nos hace cambiar es el aburrimiento, si salimos de una depresión es por que nos aburrimos de ella, si nos deprimimos de nuevo es por nos aburrimos de estar bien. Lo único que esta por encima de todo es la armonía, eso espero al menos. El estado de armonía anula todo, desconoce todo lo que esta por debajo, ni si quiera lo ve por debajo, simplemente no lo ve. El estado de armonía es y punto, y cuando es de verdad, cuando no es otra mentira más impuesta, es todo, y todo lo nutre”. Tomó otro trago y volvió al piso. Luego de un instante volvió hacia el techo pero no dijo nada. Iba a decir algo pero se detuvo, volvió al piso como vencido, quedó allí por media hora. Volvió hacia el techo y de nuevo se detuvo, no dijo nada. Se sirvió más tinto, tomo y volvió al piso. Se largó a llorar desesperado, el llanto lo canso y se fue durmiendo.
Al otro día se levantó, se lavó la cara, cepillo sus dientes, se peino, se vistió, tomo unos mates, y se fue a trabajar, aún tenía que trabajar. Llegó al trabajo, se saludó con sus compañeros, “¿cómo estas?”, le preguntó Beni, “Bárbaro”, dijo sonriendo y se puso a trabajar.

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